Las palomas mensajeras se distinguen por su agudo instinto de orientación. Una vez adaptadas a un palomar, si son llevadas lejos del mismo, ya sea a pocos centenares de metros o a varios kilómetros, son capaces de regresar a su palomar al ser dejadas en libertad.
Sin embargo, todavía hoy en día no se saben muy bien las causas. La hipótesis más extendida es que las palomas tienen un desarrollado reloj biológico de acuerdo con el lugar en el que se crían, de modo que tienen todos sus ritmos vitales adaptados a la intensidad y duración de la luz de ese lugar.
Cuando son soltadas en un espacio desconocido, regresan al punto de partida buscando el tipo de luz que les es familiar. Este instinto de orientación basado en la luz solar se denomina menotaxia. Pero esta facultad sólo las aproxima a su destino. Para llegar al lugar exacto, emplean otro sentido basado en el reconocimiento previo de puntos fijos: edificios, árboles, etc. Esta facultad se denomina farotaxia.