El origen del día de los enamorados se remonta al siglo IV a.C. En aquel entonces los romanos practicaban cada año un curioso ritual en honor del dios Lupercus. La ceremonia consistía en meter los nombres de varias chicas dentro de una caja para que luego los chicos extrajesen un nombre al azar. De este modo, a cada uno se le asignaba una compañera para todo un año hasta el siguiente sorteo. Sin embargo, 800 años más tarde, la iglesia prohibió este rito pagano y lo sustituyó por uno más virtuoso.
El dios Lupercus fue reemplazado por su santo patrón y el popular sorteo fue reformado. El santo escogido fue Valentín, un obispo martirizado 200 años antes por haber casado a los jóvenes enamorados sin el permiso del emperador. Del sorteo que hacían los romanos durante el día de los enamorados sólo se mantuvieron las cajas. En ellas se pasaron a introducir los nombres de varios santos para que tanto hombres como mujeres sacasen uno. El juego consistía en imitar durante un año la vida del santo escogido al azar. Nada que ver con la celebración original.
Lo que no pudo impedir la iglesia es que los jóvenes continuarán enviando mensajes de amor a las chicas que querían cortejar; unas cartas que solían ir firmadas con el seudónimo de San Valentín.