Los sabores los distinguimos a través de la lengua. La lengua se encuentra "cubierta" de unos 4.000 pequeños relieves de diferentes formas, son las papilas gustativas que están repartidas por categorías y cada una de ellas posee unas 50 fibras nerviosas.
Son estas fibras las que son capaces de enviar al cerebro la información que reciben para que detectemos todos los sabores. Por ejemplo, para que las papilas gustativas detecten un gusto azucarado, el alimento tiene que contener, como mínimo, un 0,5% de azúcar, mientras que para el sabor salado basta con un 0,25%, un 0,002% para el amargo y sólo un 0,001% para detectar el ácido.

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