Las huellas más visibles de un vertido de petróleo no tardan mucho en desaparecer. Los elementos ligeros del combustible se evaporan en pocos días, pero no los pesados. Mediante la acción del viento y de las olas, éstos se expanden y se dispersan en pequeñas partículas que quedan disueltas en el agua o sedimentadas en el fondo marino donde pueden permanecer con sus nocivas consecuencias durante años.
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